viernes, 1 de mayo de 2015

Voy a ser una Rock ‘n’ Roll Star (El Comarcal del Jiloca, no recuerdo la fecha)


Siempre han existido lo que yo llamo “bandas de garaje”. Un grupo de tres o cuatro amigos aficionados a la música que saben tocar, mejor o peor, algo con la guitarra, el bajo y la batería. Que sueñan ilusionados con llegar a ser conocidos. Que le dedican tiempo a ensayar y a crear sus propias letras. Y que con un poco de suerte actúan en pequeños pubs o bares con la esperanza de triunfar algún día. Aunque parezca mentira, grandes grupos internacionales como los Rolling Stones, U2, AC/DC o los Red Hot Chili Peppers y la una gran mayoría de las formaciones surgidas durante la movida madrileña en España, crecieron siguiendo esta fórmula. Pero no nos engañemos, hoy en día es casi imposible llegar a la fama de esta manera.
Ya no hacen falta horas y horas de trabajo para componer, ni pasarse la noche creando letras para tus canciones en una esquina de tu habitación. Ya no hay sentimiento ni esfuerzo. Una cara bonita, un ritmo pegadizo y un estribillo con alusiones al sexo venden más que cualquier banda de “heavys guarros” que gritan al micro con el pelo largo, pulseras de pinchos a juego con su camiseta negra y algún que otro puñado más de tópicos y estereotipos.
¿Quieres ser conocido? Tira tu guitarra; bájate una base de internet, porque, reconozcámoslo, todas estas canciones suenan exactamente igual; y entona una letra ridícula que tenga como protagonistas el amor, la fiesta y el sexo, robotizada con algún programa informático para que no se note cantas de pena. Y si no estás por la labor, puedes cuidar tu imagen y presentarte a un programa musical –eso de musical, entre muchas comillas- poniendo cara de inocente y guiñando ojitos para que te compongan las letras y en poco tiempo tengas a un ejército de fans fieles como perros.
En estos años si no tienes una productora detrás es casi imposible que llegues a ser alguien. Y las productoras solo te amparan si saben que van a vender, lo único que importa es ganar dinero. La música ha muerto. Ha sido sustituida por ritmos repetitivos y frases vacías y por pseudocantantes que no son más que imagen, una marca más, como cualquier otro producto.
Por si fuera poco, muchos de estos artistas ni si quiera tienen formación musical. Las productoras les ceden a una serie de músicos y compositores experimentados que les hacen todo el trabajado y que, en muchos casos, pertenecieron a esas bandas de garaje que no pudieron triunfar porque, un producto encabezado por una cara bonita, una fábrica de dinero, se los volvió a comer.  

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