jueves, 13 de noviembre de 2014

Japos y recenas


Todos los de mi pueblo saben de sobras que la casa de mis abuelos está justo al lado de dónde se hacen las verbenas para fiestas, y esto lo convierte por excelencia, en el sitio de las recenas de la peña. Pues bien, siempre que me entra hambre, independientemente de la hora que sea, invito a algunos de mis amigos a comer algo, y la verdad es que han pasado muchas cosas dignas de contar; desde preparar cinco bocadillos y que sobren cuatro y medio porque resulta que "ninguno teníamos hambre", hasta quedarnos durmiendo en vez de ir a la verbena por lo cojonudamente bien que se estaba en el sofá, sin olvidar aquella vez que tenía la nevera hasta arriba de bacon, lomo y huevos, y salimos por la puerta con tan sólo una rebanada de pan bimbo, si si, pan, sólo pan.

Pero lo más raro, lo más putamente surrealista que ha pasado en esa casa, ocurrió el primer día de las fiestas de este año, por respeto a su persona, vamos a decir que a mi y al Sr. X, nos rugían las tripas a las tres de la mañana por la cena de mierda que habíamos tenido, así que, como era costumbre, fuimos a comer algo y mientras yo, no muy perjudicado, preparaba los bocadillos en la cocina, en el salón me esperaba el Sr.X, bastante peor que yo, jugando con mi gata. En esto que entran mi padre y mi hermano para irse a dormir, y se encuentran al elemento, sonriente en el sofá, mirando a la nada fijamente y con la gata en su regazo. Y, joder, lo normal, mi padre le preguntó que tal le iba y tal, la típica charla que se tiene por quedar bien, y en esto que el Sr.X para en seco la conversación, mira al suelo, y escupe. Si joder, escupe, en el puto suelo de mi puta casa ¡Y delante de mi padre! Coño, claro, este se le quedó mirando con cara de ¿Qué coño acabas de hacer, gilipollas? Pero el otro parece que no se enteraba de nada, y continuaba hablando de manera corriente, hasta que de repente vuelve a hacer una pausa y ¡zas! Otra vez, si, ¡Otra vez! Dos jodidos japos en las baldosas del salón. Yo no estaba en ese momento, pero me encantaría haber visto como lo miró mi padre mientras el otro seguía tan tranquilo, y en esto, que al elemento parece que se le enciende una luz en la cabeza y se percata de que eso de escupir en casas ajenas no esta bien, y con la mirada perdida, empieza a reírse como si se tratara del mejor chiste del mundo y arrastrando el japo con el pie pretendiendo eliminar pruebas, qué huevos.

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