Saludos y cosas de esas que dicen los señores.
Los
jóvenes de hoy en día no leen, no están interesados en la
literatura. No sé cuantas veces he oído eso y, no hay que
generalizar, pero tampoco es ninguna mentira: La gran mayoría de
nosotros no leemos nada que no sea obligatorio. La gente se dedica a
decir eso, y lo ve como un grave problema, nos acusan de pasotas,
ignorantes y de tener la cabeza en las nubes. Sin embargo, no se
dedican a pensar en que, irónicamente, es precisamente la educación
la causante de esto.
Desde
que entramos al instituto y comenzamos a estudiar literatura,
empezamos a verla como algo aburrido. Ya no es lo mismo que hemos
estado haciendo en primaria: ya no escribimos poemas ni cuentos, ya
no interpretamos teatro y ya no se nos premia por leer. Tan solo nos
dedicamos a memorizar datos sobre escritores del año catapum: donde
nacieron, lo que escribieron y hasta como se llamaba su perro, cosa
que, evidentemente, nos parece un tostón. En vez de motivarnos a
leer nos imponen unas tres lecturas obligatorias al año, libros
antiquísimos que nos adormecen desde que nos ponemos con el primer
capítulo, y de los que, por si fuera poco, tenemos que estudiarnos
el análisis que han hecho unos señores sobre los temas, los
espacios, el tiempo, el estilo y el lenguaje que aparece en ellos. Es
aquí donde nace esa malagana y ese sentimiento de indiferencia ante
la literatura.
Pero
la cosa va más allá, en la mayoría de casos ni si quiera leemos
nada, simplemente memorizamos datos y datos sobre el autor. Nos
enseñan que las obras de Don Federico García Lorca son de carácter
onírico cuando no tenemos ni idea de qué es eso; y que en los
poemas de Góngora abundan las metáforas y las sinestesias, cuando
ni si quiera sabríamos identificarlas en el texto. Hacer de la
literatura objeto de estudio es convertir el arte en aburrimiento,
algo que en teoría tendríamos que disfrutar se transforma en una
materia más, que no nos deja libertad a la hora de interpretar y
sacar nuestras propias conclusiones sobre lo que leemos. Que nadie se
espere que nos pongamos encima de las mesas a gritar conmocionados
¡Oh capitán,
mí capitán!,
porque esto en nosotros no despierta nada más que el agobio de
estudiar otra pesada asignatura.
Entonces
¿Cómo pretendéis que nos interese leer cuando nuestro sistema
educativo nos está presentando la literatura de la misma forma que
la Historia de España? Si en vez de memorizar apuntes que no
interesan a nadie nos motivaran a la lectura, nos animaríamos a
coger un libro por nuestra propia cuenta y haríamos de todo esto un
mundillo mucho más entretenido e interesante que el de la mera
absorción de datos estúpidos.
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