martes, 14 de octubre de 2014

Caperucita rojo neón



Las luces de las sirenas de los coches policía reflejaban en el espejo de aquel cuchitril, sobre la cama esperaba el señor de todas las noches, en calzoncillos masajeandose el paquete con su mano derecha y sosteniendo con la otra un par de pollos, ella sacó de un cajón otra bolsita ya casi vacía de polvos blancos, metió el dedo, se lo llevó a la nariz y después de inspirar se giró hacia el hombre y le preguntó con la voz temblorosa:
-¿Qué va a ser hoy, lobito?
-Lo de siempre, caperucita y más te vale hacerlo con ganas o no te lo daré.

Ella tragó saliva y con la falsa mirada fogosa de sus pupilas recién dilatadas por la cocaína se lanzó a la cama.

Sentía su pestilente aliento sobre su nuca, sabía que era asqueroso, pero debía hacerlo por conseguir un poco más para pasar la noche.
- Gime Caperucita, gime.
Y él la agarraba de los pelos mientras le arañaba la espalda y babeaba sobre su cuello, y caperucita gemía entre sollozos y movía sus ya flácidas nalgas para acabar lo más rápido posible con aquella pesadilla, y el seguía estirándole del pelo y clavándole sus uñas, y a ella ya se le escuchaban algunos gritos de dolor, y el seguía enrollando su pelirroja cabellera en su mano y babeando como el sucio cabrón que era y cuanto más gritaba ella, mas cachondo se ponía el, hasta que por fin, acabó.


El se abrochó los botones de la camisa mientras ella seguía temblorosa en la cama y antes de irse le agarró de la mandíbula con una sola mano, se tiró a darle un último beso y dejó los dos pollos encima de la cama.

Ella ya llevaba una hora en la ducha llorando y repitiéndose que no lo iba a hacer más al mismo tiempo que se pasaba el jabón una y otra vez por todo su cuerpo, que mañana mismo iba al centro y se quitaba ya de esa mierda, pero a la tarde siguiente desquiciada por necesitar un ultimo chute antes de ir, marcó de nuevo ese número en el teléfono:
- ¿Lobo? Soy yo, Caperucita.


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